
Bella y su mar escarlata
por Tonatiuh Arroyo
Como el mar en su incesante afirmación y negación, en su insistente sí y no, que vienen y se van con las horas y los días –como lo escribiera Neruda en una oda–, nuestra marea interna a veces nos precipita hacia lo inesperado.
Un día que buscaba información en internet sobre el mecanismo cardiaco, con el fin de escribir un texto sobre el corazón –que me habían encargado–, me topé con la experiencia insólita –reseñada en la prensa de un diario sudamericano– de una niña colombiana, quien al tragar accidentalmente una aguja y permanecer en esas condiciones durante aproximadamente un mes, enfrentaba la muerte en un hospital de Neiva, localidad de su país de origen.
El cuerpo extraño había sido arrastrado por la corriente sanguínea, y se esperaba que de un momento a otro le penetrara el corazón; se trataba de un intruso en el mar escarlata de la infante que podía acabar con su vida.
La astilla metálica había sido aspirada cuando Bella –Bellanid era el nombre de la pequeña– cosía una prenda para su muñeca y se le había acabado el hilo para continuar. Así fue que se llevó la aguja a la boca y, al estornudar, la tragó involuntariamente.
Transcurrieron 30 días, durante los cuales la madre pensó que se trataba de una mentira. Luego de sacarle unas placas para determinar la ubicación del objeto y de no hallar algo relevante, los médicos pensaron que el fragmento de metal había sido expulsado por vía rectal, pero la fiebre, los calosfríos y un ardor en la boca del estómago alertaban sobre una situación diferente.
Debido a la aparición de esos síntomas, los padres la llevaron a otra clínica, en Florencia, donde finalmente localizaron lo que buscaban y le advirtieron a la madre acerca de la gravedad del asunto.
El paso siguiente era esperar la llegada de un equipo médico procedente del Instituto Cardio-Infantil de Bogotá, con la esperanza de poner fuera de peligro a la niña, de entonces 11 años. Luego… nada… Mi curiosidad por conocer el desenlace del caso no pudo ser satisfecha, pues en publicaciones ulteriores del mismo diario no pude hallar la conclusión de la historia.
Finalmente, volví al escrito que me habían solicitado hasta terminarlo, aunque no se publicó por decisión de la editora en el último momento. Ante esos resultados –nada gratos para mí–, como consuelo, preferí quedarme con la idea de que Bella, hasta la fecha, continúa experimentando los ascensos y descensos de su escarlata mar interno.
