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Años mozos para recordar

                                                                       

por La Orgullosa

Hoy estamos inmersos en un mar de ofertas tecnológicas que —en apariencia— nos hacen la vida más sencilla. No obstante, la verdad es que solo nos hemos convertido en consumidores de aparatos electrónicos sofisticados que incrementan nuestras neurosis y nos distancian de los demás.

 

En la actualidad, es imposible convivir con el niño o el hijo adolescente conectado a la tableta, al celular o a cualquier otro dispositivo. El otro día, por ejemplo, mientras tomaba un capuchino en el Centro de Puebla, vi pasar a un nutrido grupo de jóvenes que, en vez de conversar y reír entre ellos —como en mis tiempos—, andaban con la vista fija en sus smartphones sin dirigirse la palabra.

 

Hace treinta años la tecnología no se había adueñado de nuestras vidas como ahora. La preocupación por tener el modelo más sofisticado de celular o la app más novedosa, simplemente no existía. Salíamos para jugar o conversar con los amigos, en vez de chatear por WhatsApp. No teníamos que inventarnos una vida cool en Facebook o Instagrama, sino que la vivíamos.

 

Recuerdo, por ejemplo, la vez que mis hermanos y yo participamos en un rally organizado por un restaurante al que se inscribieron cientos de autos que recorrieron la ciudad para buscar pistas escondidas en lugares estratégicos. Nuestro carro estaba decorado como si fuera la cabeza de un león. Llevábamos una enciclopedia para responder los acertijos difíciles y al final nos fuimos a cenar a Charlie Chile Chipotle (nosotros no pagamos porque fuimos los ganadores). Jamás he vuelto a ver algo parecido en esta ciudad; en cambio, casi todos los días se reporta un nuevo feminicidio, un secuestro o una violación.

 

Vivimos tiempos convulsos, sin duda. Hace tres décadas las cosas eran muy distintas. Cuando era niña, mi país era un entorno habitable. Como muchos de mis compañeros y amigos, me regresaba de la escuela a mi casa a pie o en camión, sin que mis padres tuvieran que preocuparse por que me fueran a secuestrar. Los jóvenes iban a la universidad confiados, tranquilos; la idea de ser asaltados ni siquiera les cruzaba por la mente.

 

Los niños y jóvenes de mi generación pasábamos las tardes en la calle jugando al bote pateado, beisbol, escondidillas o inventábamos cualquier cosa para entretenernos. Nuestra vida era simple, pero violencia generalizada, inseguridad, plagio, depresión, suicidio o vacío existencial eran palabras que no existían en nuestro vocabulario. El país que ahora habitan nuestros hijos es diferente, y pienso que no deberían crecer acostumbrándose al caos y al peligro.

 

Confío en que en un futuro no muy lejano en México habrá la seguridad que todos deseamos, y también en que los muchachos de hoy encontrarán la manera de hacer un uso más consciente y provechoso de la tecnología, sin que esta los engulla, porque se merecen rememorar años mozos más apacibles, luminosos y acompañados.

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La Orgullosa

Amante del amor y la sexualidad en todas sus formas. Fogosa y apasionada. Impulsiva y testaruda a más no poder. Interesada en los temas prohibidos y controversiales. Se cree poseedora de la razón, y es investigadora incansable de los misterios de la psicología humana.

Los Calzones de Guadalupe Staff

Aquí hablamos de lo que importa decir, que es generalmente lo que nadie quiere escuchar

Tags   infancia, recuerdos, nostalgia, La Orgullosa

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