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Amigas

 

 

                                                                         

por Mariana Tristán

Se llama Regina, tiene catorce años como yo, somos amigas, estamos juntas en esto. A veces nos escapamos de clase, nos perdemos durante horas, hablamos. Regina dice que está sola. Ella es así, a veces habla alocada y superficial, como si la dicha le estuviera asegurada, los años por venir, todos sobre la palma de la mano como pequeñas aves inquietas a punto de lanzarse al vuelo. En otras ocasiones su rostro se ensombrece, la palidez marmórea se hace mas patente y la lejanía azulada dentro de los ojos se hace mas honda. Es entonces cuando dice que está sola.

 

Regina dice que se está hundiendo, se hunde poco a poco en una negrura insondable, la obscuridad la engulle, la va succionando hacia su vacío cada día. La naturaleza de esa soledad es espesa, la cubre entera, se apodera de ella por instantes.  No ve ni escucha a nadie, está absorta, dentro de sí misma, en ese aislamiento total del mundo en el que se vive cuando se es tan  joven. El mundo se mira desde fuera, se está fuera de él, y no hay nada que encaje, nada que diga que se puede pertenecer a ese entorno extraño, que es posible formar parte de él.

 

La observo durante esos instantes,  es eso, la razón de esa lejanía. Vamos las dos al baño del segundo piso de la secundaria, cada una en un extremo remoto del mundo. Pasamos mucho tiempo ahí. Ella fuma. Se sienta sobre el piso de mosaico amarillo y fuma su cigarrillo, distante, aislada en una burbuja de humo. Trae consigo la navaja suiza, juega con ella, la hace resbalar sobre la piel desnuda del muslo. Es una imagen reluciente, la plata brillante del filo de la navaja sobre la transparencia de la piel del muslo. La hace resbalar repetidamente, hundiendo a penas el filo sobre la carne.

 

Regina dice que a los hombres les gusta la sangre, les gustan las armas, lo que destruye. Dice que el sexo también es eso, es como esa navaja suiza que se hunde en la carne, que  hace sangrar. Luego hace un pequeño corte en la piel bajo la falda, con la punta de la navaja, una diminuta línea recta hundida en el espesor de la carne que se va tiñendo del rojo oscuro de la sangre. Pone  los dedos sobre el corte que acaba de hacer, recoge la sangre y la esparce con las yemas, la inspecciona, se lleva los dedos a la nariz para olerla, tiene el olor ferroso de la tierra, un olor ajeno, que no le pertenece tampoco.

 

Por dentro y por fuera está aislada del mundo, flotando, todo le es incierto, desconocido.  Me siento de la misma forma. La escucho. Se de qué habla, la tierra bajo nuestros pies está a kilómetros de distancia, los sonidos, las palabras de la gente, lo que ellos hablan, lo que se murmura, no es posible alcanzarlo, se nos escapa de las manos, se nos escurre como la sangre, fuera del cuerpo, por dentro nos circula en una dimensión extraña, por fuera huye, se escurre.

Regina se frota los muslos con las yemas de los dedos,  hunde la navaja en la piel otra vez para cerciorarse de que está ahí, de que el cuerpo siente, de que le pertenece en el instante en que la herida sangra, cierra los ojos y aprieta los párpados cuando lo hace, el corte que va abriendo arde, le habla, le dice que está viva.

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Mariana Tristán

Melancólica apasionada, publicista y lectora voraz, intenta sobrevivir en un mundo donde el sexo y la menopausia no son compatibles. Ávida de experiencias excitantes y cercanas con su mercado meta.

Los Calzones de Guadalupe Staff

Aquí hablamos de lo que importa decir, que es generalmente lo que nadie quiere escuchar

Tags   amigas, adolescentes, cutting, autolesiones, soledad, Mariana Tristán

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