
Amarás a AMLO sobre todas las cosas
por Eugenia González
Hace poco hablaba con un compañero de trabajo sobre nuestro ilustre Presidente de la Nación. Yo, en realidad, soy muy respetuosa de las opiniones políticas de todas las personas, y está de más decir que soy extremadamente tolerante y de mente abierta cuando se trata de preferencias partidistas. Sin embargo, me tomé el atrevimiento (tal vez inconscientemente) de externar mi punto de vista específico sobre el actuar de AMLO en asuntos como la salud de los mexicanos, un tema que a todos nos preocupa, y mucho, porque es algo que nos va a afectar a unos y otros queramos o no queramos. El compañero en cuestión, de inmediato reaccionó con enjundia y violencia a mi comentario, obviamente defendiendo las posturas de AMLO, tildándome enseguida de inconsciente, privilegiada y en último término de fifí.
Según mi buen amigo y compañero de trabajo (de quien me reservo el nombre y demás señas por respeto a su privacidad), mi opinión sobre AMLO esta muy influenciada por mi posición de privilegio económico y social, porque según él yo era parte de una muy pequeña élite de personas con un buen salario que podían resolver sus necesidades de salud mediante los servicios médicos privados, y por ello me atrevía a criticar lo que nuestro presidente estaba haciendo por los pobres, por los desvalidos, los que no pueden pagar ni siquiera por una aspirina.
En su furibunda diatriba en mi contra, mi compañero soltó al final, con cierto sarcasmo, que yo realmente pertenecía a ese inespecífico grupo de personas que AMLO ha dado en llamar “los fifís”, y mis opiniones políticas tenían que ver más con la defensa de mis privilegios que con la auténtica realidad del país.
He de decir aquí, que ante la violenta reacción de mi amigo yo me sentí realmente apenada, incluso culpable en algún momento, no tanto por el hecho de ser considerada “fifí” desde la perspectiva de alguien como él, sino por el hecho de haber dicho algo que lo ofendiera sin tener consciencia de ello. ¿Había sido irresponsable mi comentario?, ¿fui descuidada o desconsiderada?, ¿traspasé una línea de convivencia social y laboral que no debí? Mi desconcierto era tal que llegué a autocensurarme en este diálogo interior surgido por el acontecimiento.
La verdad es que mi comentario era inofensivo, no tenía ninguna intención política, mucho menos ofensiva o desconsiderada con la realidad de millones de personas que viven en pobreza en nuestro país. Al contrario, mi preocupación respecto a las decisiones del Señor Presidente en materia de salud, así como de otros temas relevantes en la vida cotidiana de los mexicanos, es precisamente porque pienso que afectarán más severamente a quienes tienen menos, les privarán de los pocos beneficios que hasta ahora se habían logrado conseguir para ellos, mermarán su precario nivel de bienestar, los devolverán a la incertidumbre y al caos del que apenas han salido.
La administración de un país como el nuestro, sumido en la pobreza y la corrupción, agobiado por el crimen y la injusticia, por la avaricia de unos pocos y la desinformación de las grandes masas, es un asunto complejo y muy delicado. Cualquier cambio abrupto y mal planeado puede hacer tambalear el precario equilibrio que sostiene la estructura social y económica de una nación como la nuestra, el día a día de millones de personas, su sobrevivencia cotidiana, está sostenida de alfileres. Los gobiernos anteriores han sido irresponsables y malos, de eso no dudamos, pero no es la solución echar abajo las endebles estructuras que han creado, no es la respuesta acabar con todo por odio, por rencor o por soberbia. Sería más sabio fortalecer las estructuras existentes, darles solidez, generar cambios paulatinos y bien planeados.
Pero ninguno de estos comentarios y críticas constructivas son bienvenidos en nuestra nueva atmósfera política, especialmente si vienen de alguien, quien quiera que sea, que gane más de 10 salarios mínimos. El debate en nuestra sociedad se ha empobrecido enormemente desde que AMLO llegó a la presidencia. Ya no caben juicios bien fundamentados ni acotaciones razonadas, todo se ha polarizado dramáticamente, solo existe el blanco o el negro, sólo podemos ser chairos o fifís y descalificarnos unos a otros sin contexto. Y eso es realmente triste, no creo que aporte nada al cambio que necesitamos, no creo que eso sea suficiente para alcanzar el crecimiento que deseamos.
En realidad AMLO no es amor, como pregonaba su campaña, AMLO es polarización, es resentimiento, es incomprensión, es odio. Creo que es la única transformación que se puede adjudicar este gobierno hasta ahora, AMLO ha logrado que nos enemistemos unos con otros, nos ha puesto nombres opuestos, nos ha contado una historia de diferencia y odio. Y hasta ahora, casi todo el mundo le ha creído.
