Aburrida
por Aitana Lago
Sí, estoy aburrida, así me declaro, no solo aburrida de estar encerrada en mi casa contando perros para poder dormir por las noches y acabándome el contenido de las plataformas de streaming. Estoy aburrida de leer, de trabajar, de tener videollamadas, de comer casi todo el tiempo, de ver memes, subir fotos y mentar madres en las redes sociales.
¿Qué les digo?, así me siento aburrida, aburrida de los hombres; de aquellos que no se deciden si quieren estar o no, de los que quieren estar y se la pasan escribiendo por el mensajero, de los que aparecen de vez en cuando y luego se van, de los que saludan y se quedan callados, de los hablan sin parar, así de todos estoy aburrida.
Aburrida de convivir con las mismas personas al menos doce horas al día, y no es que se nos hayan acabado las ideas o las formas de convivencia, sino que ya hemos llegado al límite de la armonía. En estos meses ya nos hemos descubierto nuestras más profundas neurosis, nuestras obsesiones y terquedades, no estamos hechos para convivir todo el tiempo con las mismas personas.
Aburrida de estar en un círculo de rutinas que acaban por desesperarme, de estorbar en cualquier espacio de la casa, de asomarme por la ventana y ver lo mismo, los mismos techos, las mismas casas, las mismas caras. Los mismos ruidos una y otra vez: el timbre, el teléfono, las patrullas, las ambulancias, el de los tamales, los fierros viejos, la basura, los perros de los vecinos.
Estoy más que aburrida de las noticias, de escuchar una y otra vez sobre el virus, de leer sobre las culpas que se avientan entre estos y aquellos, de contabilizar casos y muertes, de remedios maravillosos que no prueban nada, de las vacunas, del tratamiento, de las estadísticas, de todo.
Aburrida de las redes sociales, de selfies que ya vimos muchas veces, de comidas que ya no nos sorprenden, de mensajes de ánimo, de artículos de conspiración, de retos que antes eran novedad y ahora son más de lo mismo.
Aburrida de ser tolerante con el otro, de respirar profundo y aguantar la misofonia que cada vez se vuelve más intensa. Aburrida de tratar de poner mi mejor cara para todo y no explotar al más mínimo detalle, aburrida de esforzarme por estar saludable y en forma.
Estoy aburrida de mí, de hablar conmigo todo el tiempo, de sumergirme en mi mente una y otra vez, de querer encontrar respuestas a preguntas que no tengo; de tratar de tomar decisiones en dilemas que no existen, de querer abarcar todo lo que no puedo ni siquiera imaginar, de darme ánimos, de alentar ideas locas en mi cabeza, de quitarme miedos y responsabilidades que no tienen sentido.
Así que estoy aburrida, por eso escribo esto esperando que por lo menos estos minutos me entretengan y me hagan despejar la mente un rato — y no porque no tenga nada que hacer— sino porque voy acumulando ideas y tareas que no logro concluir por la rutina de esta normalidad, que no es nada normal.
